RESUMEN
«La madre» es la historia de Mª Luisa Suárez, una mujer, madre de cinco hijos, que trabaja de camarera en un hotel y que en su intento por sacar adelante a sus hijos sacrifica su vida, su tiempo y su corazón. Tras ser abandonada por su marido parecería resignada a la soledad hasta que aparece una luz en su camino. Un hombre que a diferencia de su marido la admira y le reconoce todo el sacrificio y el amor que ha dado. Pero ella mucho más acostumbrada a dar que a recibir, interpone la difícil tarea de mantener a sus hijos en el camino del «bien» a su propia felicidad.
NUESTRO COMENTARIO
«La madre» es un una novela de Mónica Agudelo, anterior en el tiempo a otras de sus novelas que ya hemos comentando, «La Hija del Mariachi» y «La Costeña y el Cachaco». También es una novela con notables aspectos positivos y algunos aspectos negativos
Entre los aspectos positivos, el más positivo, son unos personajes que tienen vida propia, que casi existen de lo reales que son, como si estuvieras viendo la vida de otros por un agujero. Porque «La madre» no es únicamente la historia de Mª Luisa y su familia, sino que es la historia de sus amigos y su gente, su barrio entero, con la particularidad de que, aunque sean vidas normales de gente aparentemente normal, consigue interesarnos más allá del simple afán cotilla que nos haría querer curiosear en la vida de nuestros vecinos. Porque los personajes de esta novela, como diría Arguiñano, son personajes con fundamento, con enseñanzas de vida que aportar, con pasados y circunstancias que les han hecho ser como son, pero que son personas que aprenden de sus errores y los aprovechan para cambiar y, si es posible, mejorar, mejorar en la vida y como seres humanos.
En «La madre», como en otras de sus novelas, Agudelo crea personajes arquetípicos. El propio título nos revela que Mª Luisa es, ante todo, la representación del arquetipo de Madre, sufrida, abnegada, desprendida, amorosa, valiente, una leona a la hora de defender a los suyos. Además de Mª Luisa encontramos otros, aunque ninguno tan claro como ella. Además de arquetipos, encontramos «personajes con moraleja» sin que el afan evidente de que nos enfrentemos con nuestras propias contradicciones convierta a esos personajes en seres de cartón piedra, sino que a pesar de reconocer que nos están queriendo decir algo, el mensaje está tan imbricado en la acción que se acepta, no como una moralina un poco pesada sino como una aceptación y reconocimiento de la realidad que está muy bien que de vez en cuando nos recuerden. Es el caso, por ejemplo, de Marta, la amiga de Mª Luisa, cuando habla con amargura de que su marido le pega y sobre que no entiende por qué tiene que ser ella la que sienta vergÁ¼enza de que lo sepa la gente cuando a él no le da vergÁ¼enza pegarle. O la misma Mª Luisa cuando asume por qué no puede perdonar a Enrique su engaño y su abandono ya que sienta un precedente muy peligroso de aceptar que nos traten de forma indebida, nos falten al respeto, como seres humanos y como mujeres y cómo eso nos disminuye como personas.
Y es que otra de las virtudes de Mónica Agudelo como guionista es que no nos explica lo que estamos viendo. En otras novelas, los personajes hablan y hablan y nos cuentan lo que tenemos ante nuestros ojos, lo verbalizan todo. En «La madre» eso no pasa. Los espectadores vemos lo que los personajes viven ante nuestros ojos, y lo que dicen, pero somos nosotros los que sacamos conclusiones. Eso pasa por ejemplo con el personaje de Enrique Suárez, un personaje al que sólo el ver su trayectoria de forma continuada nos hace percatarnos de la profunda desigualdad y machismo de la sociedad y de él. Personas, hombres, como Enrique, y mucho peores, los hay a cientos, a miles, pero su machismo, su forma de actuar está tan aceptada en según qué sociedades, que es lo que se considera «normal» como si se tratara de un hecho de la vida contra el que no cabe rebelarse. Son estas sociedades las que consideran que tener un buen marido es tener un marido que no te pegue o que no beba, porque pedir que nos quiera, no nos engañe o que nos respete es como pedir la luna, algo que los hombres ni siquiera tienen la obligación de hacer ni las mujeres derecho a exigir.
En «La madre» los malos no son totalmente malos. Con excepción de Don Javi, un estupendo Nicolás Montero (al que seguimos sin comprender por qué siempre le ponen a hacer esos papeles tan antipáticos y no le ponen algún día a hacer de galán, porque aunque sea tan blanco que parece que está crudo es un actor tan bueno que estamos seguros de que nos creeríamos cualquier cosa que hiciera) el resto de los personajes negativos tienen, como en la vida real, un lado que los humaniza. En las novelas de Mónica Agudela es de las pocas en las que esto es así. En estas novelas, los malos son malos no porque sean inhumanos, sino precisamente porque son muy humanos, cosa que vemos perfectamente en el personaje de Don Mauricio, o uno de los personajes más complejos, Camilo. Fuera de esta gente mala, en la novela hay también gente simplemente antipática, como Enrique, pero no mala, y también gente buena que no es totalmente buena, porque eso no existe en el mundo, y gente buena que sigue siendo buena o que no es mala (como dice muy acertadamente el padre Pelota hay una diferencia enorme entre no ser malo y ser bueno), pero que puede estar o actuar equivocadamente por motivos egoístas o por otros motivos.
En el medio de todo este fregado nos encontramos a Margarita Rosa de Francisco, una de esas actrices a las que le crees todo, y otro grupo de actores que lo hacen tan bien que poco a poco se convierten en parte de tu familia, a los que quieres ayudar o darles una colleja.
Otro de los aspectos interesantes que nos muestra la novela es algo que ya habíamos visto y comentado cuando hablamos de la novela «Cosita Rica» o mejor dicho, cuando leímos el libro de la Dra Carolina Acosta-Alzuru, «Venezuela es una telenovela» y es el efecto que tiene en las mujeres el haber sido madres antes que mujeres, que consiste en que en cierto sentido, en el plano emocional, siguen siendo adolescentes, y esto es algo que se ve y se oye en cómo hablan Mª Luisa y sus amigas de sus relaciones con los hombres, como chiquillas, y cómo afrontan tener nuevas relaciones y como se ven así mismas casi incapaces de ir por la vida sin un hombre.
Entre los aspectos negativos está que la novela es exasperantemente lenta. Es verdad que Mónica Agudelo no nos hace oir, sino ver, pero es que nos hace ver cosas que son absolutamente superfluas y que no aportan nada ni a los personajes ni a la trama. El otro día les poníamos aquí una entrevista a un guionista y director cubano que decía que cuando se ponía a producir o rodar lo que había escrito, a veces se daba cuenta de que escenas enteras no podían o debían ser rodadas, porque perjudicaba a la acción, y que con todo el dolor de su corazón tenía que tirarlas. En esta novela da la impresión de que no se tira nada. No se trata de esas escenas de las que hablábamos al hablar de La Costeña, en las que aparentemente no pasa nada pero que sirven para darnos pistas sobre los personajes y lo que les está pasando sino de escenas en las que literalmente no pasa nada de nada y que podrían, y deberían, haber sido cortadas por el director para evitar esta impresión de absoluta paralización.
Si la acción es exasperantemente lenta, la historia de amor es el cuento no de nunca acabar, sino de nunca empezar. A la mitad de la novela los personajes han tenido pocas escenas juntos y, como muchíiiiiisimo, se han dicho que se quieren sin tocarse ni una mano, en parte porque Mª Luisa sólo ha tenido un novio, por lo que no tiene ni idea de cuál es el protocolo o ritual de conquista, pero también porque Mª Luisa, en su papel de madre abnegada, ha olvidado (y no se siente) como una mujer, y ese es un camino que echa a andar de nuevo cuando conoce a Don Andrés. En la segunda mitad la historia de amor se va resolviendo, como todo, lentamente, pero sin que encontremos ninguna de esas escenas de las que hubieras pagado por ser tu la protagonista.
El personaje de Don Andrés sería el del hombre perfecto, un hombre que ha pasado por un proceso de maduración personal que lo ha hecho mejor, más tolerante, más comprensivo, más fuerte, con sentido del humor y compasión. Si además añadimos que está interpretado por Héctor de Malba y que está cañón, ya se hacen una idea de que sería más ideal todavía, pero para nuestro gusto al personaje de Don Andrés le falta pasión, genio. Es decir, Don Andrés en la vida real sería de verdad el hombre perfecto, pero en una telenovela es un poco blando, demasiado paciente, demasiado comprensivo, nunca una mala palabra, nunca un puñetazo en la mesa, nunca ni una metidita de mano. De toda la novela, Mª Luisa y Don Andrés son los dos personajes más increíbles. En el devenir de la novela, la historia de amor tiene casi un papel residual.
LO MEJOR
«La madre» es una telenovela que te hace pensar, que aunque no te descubra cosas que no sabes, si te recuerda cosas que a veces has olvidado. Es una novela en la que las mujeres, sin dinero, sin recursos, sin educación, se respetan o si no se respetaban o hacían respetar al principio de la historia porque no sabían cómo hacerlo, lo aprenden y lo aplican. «La madre» es una historia de superación de tabúes, de miedos, de ideas preconcebidas, de liberación de los corsés que que nos imponemos queriendo ser lo que los demás piensan de nosotros, habla de atrevernos a ser lo que podemos ser lo que realmente somos o queremos ser. Es una historia que te muestra que las madres son mujeres también, y que hay mujeres que son antes madres que mujeres y otras que son mujeres antes que madres y que unas no son peores que las otras. Nos habla de otra cosa otra cosa igualmente importante, pero mucho menos usual, y es que hay hombres que son padres antes que hombres, lo mismo que hay hombres que son hombres antes que padres y padres que pueden llegar a ser padres y madres, que la crianza y responsabilidad por los hijos es tarea de dos. Nos enseña que un hombre no es padre porque engendre un hijo, que para ser padre, se requiere algo más.
LO PEOR
Para mi gusto particular, esta historia tiene una sobrecarga, un atracón de hijitos de Mª Luisa. Acabas de hijitos hasta la punta del pelo. En particular, aunque supongo que no es una opinión muy generalizada ya que le dieron el premio India Catalina al actor revelación, hay una sobredosis gravísima del personaje de Federico interpretado por Gregorio Pernía. Incluso asumiendo que el personaje de Federico era uno de los que tenían una intención más aleccionadora al mostrarnos lo caro que puede costar buscar el camino fácil y tomar algunas decisiones o caminos que nos parecen intranscendentes, yo he acabado con una indigestión de Federico, de sus historias, de su novia. Siendo benevolentes yo habría cortado al menos 1/3 de las escenas «federiquianas». Siendo menos benevolentes, las habria dejado en la mitad.
Calificación general 7,5.
REPARTO
Margarita Rosa de Francisco.- María Luisa Caicedo de Suárez-Bernal
Héctor de Malba.- Don Andrés Bernal
Alberto Pujol.- Enrique Suárez
Teresa Gutiérrez.- Lola
Carlos Benjumea.-Álvaro ‘Alvarito’ Rodríguez
Vicky Hernández.-Marta ‘Martica’
Nórida Rodríguez.- Graciela González ‘Gegé’
Nicolás Montero.- Javier Villegas ‘El Javi’
Gregorio Pernía.- Federico Suárez Caicedo
Andrea López.- Cecilia Suárez Caicedo
Pedro Rendón.-Francisco ‘Pacho’ Suárez Caicedo
Verónica Orozco.-Lucía Suárez Caicedo
Mario Duarte.- Camilo
Gonzalo Escobar.- Jaimito
Adriana Franco.- Ester
Luis Fernando Ardila.-Don Mauricio
Alejandro Mora.- Enrique ‘Quique’ Suárez Caicedo
Daniel Rocha.- Padre Nepo o Padre Pelota
Lino Martone.- Miguel Arango (novio de Lucía)
Carolina Acevedo.- Catalina Bernal
Ugo Armando.- Padre Martín
Felipe Calero.- Juan Andrés Bernal
Alcira Gil.- Helena (esposa de D. Mauricio)
Jimena Hoyos
Alejandro López
Alfonso Ortiz.- Don Saúl
Claude Pimont.- Armando ‘Arman’
Evelyn Santos.- Raquel
Pilar Uribe.- Doña Regina
Margarita Vela.-Adriana