Melquisedec Ahumada es el hacendado más poderoso de Puerto Adentro (un pueblo en el llano colombiano) y dueño de todos los negocios del pueblo. Viudo desde hace años, es el padre de Soledad Ahumada es una joven voluntariosa, rebelde y masculina, ojo derecho de su padre, de Dámaso, cruel, arrogante y soberbio y Magdalena, soñadora y débil. Desde hace años, Melquisidec tiene amores con Victoria en cuya casa de la ciudad se arreglan sesiones de juegos clandestinos.
En una de esas sesiones, el tahúr Daniel Clemente juega con Adolfo Bazán, otro hacendado de Puerto Adentro, amigo íntimo de Melquisedec hasta el punto de que quieren que los hijos de ambos, Soledad y Miguel se casen. Durante la partida, Adolfo se juega su hacienda, y pierde. A pesar de su relación con Melquisedec, Victoria y Daniel se hacen amantes.
Para revisar la Hacienda que ha ganado, Daniel llega al llano siendo visto con sospecha por los lugareños especialmente por Soledad a quien apodan La Potra Zaina por su carácter indomable que le ha hecho rechazar a todos los hombres que la han pretendido, por su belleza y por ser hija de Melquisedec. Daniel se enamora de Soledad nada más verla, pero ella le rechaza, como ha rechazado a todos los hombres. Al mismo tiempo, Melquisidec decide casarse con Victoria con gran rabia de su hija. Cuando Victoria ve que Daniel está en Puerto Adentro, se obsesiona con él y le hace todo tipo de chantajes para que siga siendo su amante, proposiciones que él rechaza.
A pesar de la oposición de todos los ricos del pueblo y de los desaires de Soledad, Daniel decide instalarse en Puerto Adentro con el propósito de competir con Melquisedec y convertirse en el hacendado o empresario con más éxito, para lo que se asocia con Miguel Bazán.
La Potra y Daniel comienzan una guerra de voluntades, pero terminan enamorándose con la oposición de todo el mundo. Antes del matrimonio, Soledad se entera que Daniel tuvo amores con Victoria y rompe con él. Aún así, Soledad se ve obligada a casarse con este hombre a quien ahora odia, pero se rehúsa a ser su mujer. Sin embargo, Daniel a golpes y a la fuerza la hace suya e intenta domarla.
NUESTRO COMENTARIO.
«La potra zaina» es, al igual que «Café con aroma de mujer« y «Azucar» una de las telenovelas costumbristas colombianas, y muestra la historia, las costumbres, la música y la forma de vivir del llano o sabana colombiano.
Con un guión de Bernardo Romero, el autor de «Señora Isabel» y de «Mirada de Mujer«, es una novela de corte clásico, entendiendo por clásico, no una novela con malos de opereta, hermanas ciegas, hijos desconocidos, embarazos indeseados y protagonistas vírgenes (novelas que, a pesar de lo que algunos de los lectores de esta página nos reprochan, sobre todo cuando nuestros comentarios no coinciden con sus gustos, no nos gustan nada). Por argumento clásico, en este caso, entendemos una historia más o menos lineal, que gira alrededor de una historia de amor, aunque tenga otros muchos ingredientes. Al tratarse de la obra de un gran guionista, la historia de amor no es, aunque sea de amor, una historia ni simple ni simplista, sino que es una historia de amor protagonizada por personajes complejos, con motivaciones y relaciones complejas y con comportamientos que, por ser muy humanos, a veces son contradictorios, aunque no por eso sean absurdos ni faltos de lógica.
Todo esto se acompaña de unos buenos diálogos, a veces un poco demasiado literarios y excesivamente poéticos, sin que por ello caigan en la ridiculez, y un muestrario de personajes e historias pintorescas, siendo su máximo exponente el personaje de Chepe Estrada, interpretado magistralmente por el actor Alvaro Ruiz.
Por casualidades del destino, el tahúr Daniel Clemente, un jugador que a fuerza de voluntad, inteligencia y valor ha logrado superar su origen más que humilde, ya que nació en la más absoluta pobreza e ignorancia (aprendió a leer a los 14 años), llega a Puerto Adentro, uno de esos pueblos en los que la fuerza es ley, porque la lejanía y el aislamiento geográfico debilitan el hipotético poder del Estado, un lugar con una organización similar a la feudal, donde el rico puede hacer casi todo. En ese reino perdido, reina Melquisedec Ahumada, un llanero hecho a sí mismo, duro y acostumbrado a hacer su voluntad, pero no enteramente deshonesto. A pesar de las circunstancias, Daniel siente que Puerto Adentro es el lugar donde debe asentarse, tras su pasado trashumante, influido también por el peculiar sentimiento que le inspira Soledad Ahumada nada más verla. Daniel siente que Soledad es para él, que es «su» mujer, y se enfrentará a todo y a todos por conseguirla. Daniel es un luchador por lo que no se conforma con ser otro de los comparsas de Melquisedec, así que decide enfrentarse a él en los negocios, ayudado por Miguel Bazán, que a pesar de haber sido despojado de su herencia por Daniel (despojado indirectamente, ya que el que se ha jugado el dinero ha sido su propio padre), decide asociarse con él.
Por su parte, Soledad Ahumada, la hija primogénita de Melquisedec, ha sido educada como un hombre, y tiene la típica relación de los hombres con sus emociones, o sea, se relaciona mal con sus sentimientos, ni los reconoce ni sabe qué hacer con ellos ni cómo manejarlos. A eso se junta que, con una clarividencia que la honra, Soledad ve a los hombres del llano como lo que son, unos machistas que tienen la sartén por el mango y están poco dispuestos a soltarla, y eso no lo quiere para ella, que ve en esa desigualdad una profunda injusticia. Soledad tiene un carácter de los mil demonios, pero es fuerte, fiel, recta y decente. Adora a su padre pero su dureza sólo se ablanda para defender a su hermana Magdalena, fantasiosa y débil, ignorada por su padre que la culpa de ser la causante de su madre, que murió dándola a luz y con Chepe Estrada, con el que tiene una relación casi de hija, a pesar del abierto enfrentamiento entre Chepe y Melquisedec, un enfrentamiento y una rivalidad antiguas. Chepe y Melquisedec no se aguantan, pero se respetan.
Cuando Daniel llega a Puerto Adentro, no sólo él sufre un choque, ella también, pero mientras que Daniel acepta la atracción que siente como lo que es, Soledad se resiste, por ella misma, por el conflicto entre Daniel y su padre, y porque también Magdalena se enamora de Daniel nada más verle, imaginándose que Daniel encarna el ideal de caballero andante que ella lee en sus novelas. La rivalidad que surge entre las dos por el amor de Daniel será un obstáculo muy importante para el amor entre Daniel y Soledad.
«La Potra Zaina» es una novela que se ve con interés, sin apenas tiempos muertos (aunque algunas escenas son excesivamente lentas), a pesar de no ser una novela con acción precisamente trepidante. El interés radica, por un lado, en el catálogo de personajes pintorescos (y no pintorescos) del pueblo, en las historias sobre costumbres y leyendas y en el fondo económico de la batalla entre Daniel y Melquisedec, y por otro en la complejidad de los sentimientos y caracteres de los personajes. En «La Potra Zaina» las cosas son raramente blancas o negras, los malos no son enteramente malos (con excepciones) y los buenos no son enteramente buenos (en este caso sin excepción). Los diálogos no son pura palabrería, y gracias a esos diálogos, las escenas de amor transmite una pasión que va mucho más allá de que realmente vemos en pantalla.
La historia contiene por algunas licencias y exageraciones, como el hecho de que todos los hombres se enamoren de Soledad nada más verla y todas las mujeres, sin excepción se enamoren de Daniel con la primera mirada. Sobre todo en el caso de Soledad, el hecho de Soledad sea guapa, y rica, puede que la haga muy atractiva, pero es que Soledad es un marimacho, y eso dudo mucho que le guste a todo tipo de hombres, y menos a los que están educados de aquella manera, que deberían sentirse mucho más atraídos por Magdalena. También la obsesión sexual que le entra a Victoria (y Elda) con Daniel es una exageración un poco ridícula, aunque sea una de las piedras angulares de la historia.
También es ridículo el odio africano que le coge Soledad a Victoria simplemente porque se va a casar con su padre. Cuando Melquisedec decide casarse con Victoria, ni los espectadores ni por supuesto Soledad (que sólo ha visto a Victoria una vez en una fugaz visita de ésta a Puerto Adentro), sabemos que Victoria es una bruja. Hasta ese momento, Victoria se ha mostrado como una señora fina, que vive en Bogotá, y que aunque tiene un amante que la visita esporádicamente (no sabemos si la mantiene o no), decide acostarse con Daniel porque el tío le apetece. Cuando Melquisedec le pone a Victoria el ultimátum de casarse, Victoria no quiere. No quiere por Daniel y porque la perspectiva de irse a vivir a Puerto Adentro es un espanto (eso ella no lo dice, lo decimos nosotros). O sea, no parece que Victoria tenga una particular pretensión de quedarse con el dinero de Melquisedec. Sin embargo, Soledad se coge un berrinche infantil de no te menees, injustificable en una mujer de 25 años, y se niega a permitir que su padre, un hombre que lleva 22 años viudo, se case, y organiza una zapatiesta histérica detrás de otra (aquí entre nosotros, haciendo un ridículo espantoso ya que Soledad siempre afirma categórica cosas que no de debe afirmar, porque siempre se equivoca). Primero dice que su padre no se puede casar porque ninguna mujer puede ocupar el puesto de su madre (aunque Soledad tenía 3 años cuando su madre murió, así que no la conoció y se explica por qué la tiene en ese pedestal tan infantil), luego sigue con la perra porque, según ella, Victoria es malísima y ella lo sabe a ciencia cierta. El caso es que Victoria es de verdad malísima, pero la razón por la que Soledad lo sabe y nosotros no es un misterio. Por último, la razón es que Victoria le va a quitar el amor de su padre ,cosa que tampoco debería saber de antemano, porque, como ya he dicho, cuando Soledad monta todo el lío nosotros no sabemos casi nada de Victoria, ni Soledad tampoco.
En esta novela se da la peculiaridad de que lo que separa a los protagonistas no son las burdas maquinaciones del malo de turno. Los protagonistas de esta novela se separan por lo que hacen ellos mismos, por cómo son y por lo que se hacen el uno al otro, algo totalmente creíble. Bernardo Romero, presenta a los hombres de Puerto Adentro y a Daniel, de forma realista, hombres con virtudes pero con muchísimos defectos, defectos originados por su propia personalidad y defectos que derivan de cómo están educados. Se nota que Bernardo Romero los entiende, pero no le gustan particularmente. Soledad Ahumada adquiere aquí el papel de un pepito grillo feminista (la voz del autor), que observa y comenta la realidad y las costumbres desde una perspectiva diferente, no conformista, una perspectiva crítica. Soledad Ahumada sabe cómo es la realidad, pero no le gusta, y aunque sólo se rebela en nombre de ella misma y no de las mujeres en general, la verdad es que no la acepta, ni está dispuesta a cambiar para adaptarse a los cánones establecidos. Por eso, el amor de Soledad por Daniel está lleno de decepciones y sufrimiento porque Soledad empieza siendo inflexible e intransigente, pero como quiere a Daniel, poco a poco tiene que aceptar que en ningún momento ni lugar va a encontrar a un hombre que sea perfecto, y se tiene que acomodar al hecho de que no puede evitar quererle tal como es. Tanto Daniel, pero sobre todo Soledad, recorren un camino de autodescubrimiento y aceptación de sí mismos y del otro.También en eso se le nota la simpatía a Bernardo Romero, porque es ella la que acepta cambiar y convertirse en mejor persona (aunque para ello tenga que tragarse cada sapo…), mientras que Daniel, el único sentimiento «reparador» de todas las que hace es el arrepentimiento.
Desde mi punto de vista, la historia se resiente porque en ningún momento Soledad me llega a ser simpática, en parte por la interpretación de Aura Cristina Geithner (que tiene una voz áspera y tampoco es una actriz como para echar cohetes, aunque aquí esté muchísimo mejor de lo que ha estado nunca después) y en parte por el personaje en sí. Es decir, Soledad es uno de los pocos personajes de telenovela a los que comprendo, entiendo cuando sufre y por qué y me contagia sus sentimientos de humillación, decepción, soledad, rebeldía e incomprensión, pero no me cae simpática. Soledad en muchas ocasiones es tan arbitraria, tan gritona, tan imperiosa, tan injusta con los que la quieren, en una palabra, tan burra, que despierta empatía intelectual, pero no emocional.
Cuando, cerca del final, Soledad se «convierte» en una persona más humana, a la pobre todavía le queda recibir un golpe tan, tan gordo, que es increíble que llegue a perdonar a Daniel lo que le ha hecho (añadido a todo lo demás que le ha hecho antes). Pobre Soledad, menudo mundo le ha tocado vivir.
LO MEJOR
La creación de los personajes, la complejidad de sus emociones y sentimientos, la absoluta pasión que Daniel siente por Soledad.
LO PEOR
En la segunda mitad de la novela empiezan a salir personajes de relleno para alargar la historia más allá de lo que sería razonable. Ahí la novela pierde un poco el rumbo y empieza a haber conspiraciones y trampas un poco tremebundas, que perjudican la calidad de la telenovela en su conjunto.
En materia de estilismo, la novela es un poco desastre. Para empezar, la incomprensible peluca que le ponen a Soledad en los primeros capítulos, un pelucón espectacular de pelo larguísimo, lisísimo y rarísimo que parece que pesa un quintal y que debe dar un calor espantoso (y que en una pelea con Magdalena parece que va a salir volando). Luego de repente se la quitan y vemos que Aura Cristina tenía su propio pelo (lo habíamos llegado a dudar) debajo, y que además lo tenía razonablemente largo, lo que convierte el tema de la peluca en algo todavía más extraño. Pero si la peluca de Soledad es un emplasto, el estilismo de Daniel es de traca, cuando, además, nos dicen que es que Daniel es súper elegante, pero lo que nosotros vemos es que va vestido a medio camino entre un gaucho, un cosaco ruso y un payaso de circo, ¡dios mío qué camisas con estampados enormes como coliflores! Daniel es el único que lleva esos pantalones anchísimos metidos dentro de las botas. El resultado llama más la atención porque su amigo Miguel Bazán (Luis Fernando Hoyos, que está guapísimo en esta novela) va vestido normal, con pantalones bonitos y polos en vez de esas camisas tan espectacularmente horrendas.
En la novela hay a determinados personajes a los que siempre, siempre, se refieren por el nombre y el apellido. ¿Alguien puede explicarnos si es normal que en Colombia alguien se refiera a un amigo de toda la vida siempre por el nombre y el apellido incluso cuando todo el mundo sabe de qué persona están hablando? Por ejemplo, en la familia Ahumada siempre hablan de Miguel Bazán llamándole así «Miguel Bazán», nunca Miguel sólo, incluyendo las veces que hablan estando él presente. Cuando todo el mundo habla de Daniel, nunca es sólo Daniel, todas las veces, incluso cuando Soledad habla con él, le llama Daniel Clemente. Suena de lo más raro. Y si se hace así, ¿por qué sólo ocurre con ellos dos?
Calificación, la historia un 8,5 y la telenovela en su conjunto un 7,5
REPARTO
Aura Cristina Geithner.- Soledad Ahumada
Miguel Varoni.- Daniel Clemente
Gustavo Angarita.- Melquisedec Ahumada
Celmira Luzardo.- Victoria Ahumada
Sílvio ÃÂngel.- Ambrosio Castaño
Ana María Orozco.- Magdalena Ahumada
ÃÂlvaro Ruiz.- Chepe Estrada
Adriana Vera.- Elda «Mariposa»
Margoth Velásquez.-Basilia
Luis Fernando Hoyos.-Miguel Bazan
Hansel Camacho – Bastián
Gerardo de Francisco.-Adolfo Bazan, padre de Miguel
Leonor González Mina.- Bruja de Los Llanos
Horacio Tavera.-Dámaso Ahumada
Alberto Valdiri.- Profesor Claudio
Lianna Grethel.- Elena Castaño
Miguel Tulande
Magaly Caicedo