RESUMEN
La acción de «Ladrón de Corazones» transcurre en la Ciudad de México, concretamente en la Colonia Santa María la Ribera. Cuenta la historia de amor entre Gustavo Velasco, un ladrón por obligación, y Verónica Vega, una policía encubierta.
La Brigada Omega es un cuerpo de élite que, de manera secreta, realiza diversas investigaciones. La que nos narra la telenovela, es el desmantelamiento de las redes de narcotráfico que operan en México. Comandados por José Martínez «Chepe», este grupo especial reporta directamente al Procurador General de la República Mexicana y, en ocasiones, al Presidente de México.
Infiltrando a sus policías en las constelaciones del narcotráfico, esta brigada va tras el peor de los villanos: Escorpión. Escorpión es la cabeza del narco en México, quien se encarga de negociar con los cabecillas de Estados Unidos cubanos la mayoría- la distribución interfronteriza. Escorpión es un hombre despiadado y ambicioso, cuyo gran propósito en la vida es la acumulación desmedida de poder. Juega una doble vida, por un lado es un respetado hombre de negocios, ex policía de alto nivel y buen padre y por otra, es el «capo» de la organización mafiosa más temible del país la cual dirige bajo el manto del anonimato.
Escorpión es quien controla el poder a través de una empresa de seguridad como pantalla y, además, es el padre de la policía protagonista, sí, la buena. Su nombre real es Antonio Vega, un ex policía mexicano retirado y convertido a la vida civil que ocupa diversos cargos en la política hasta llegar a ser responsable de la lucha antidrogas de la Procuraduría General de la República. Y es el padre de Verónica.
La historia comienza cuando Gustavo vuelve a México después de diez años de ausencia en busca de vengar la muerte de su padre. El joven trata de proteger a su padrino Ferreira, quien está a punto de ser liberado de la cárcel.
Por su parte, la brigada Omega, de la que Verónica forma parte, pretende seguirle los pasos a Ferreira una vez excarcelado, porque están seguros de que éste va a conducirlos a presas mayores del narco. Gustavo y Verónica se encuentran en un bar, donde Gustavo acude buscando información y Verónica está infiltrada haciéndose pasar por la camarera Cinthia Robles.
A pesar de las circunstancias, Gustavo se siente fuertemente atraído hacia ella. Verónica, por su parte, se llena de emociones contrarias en ese primer encuentro porque ningún hombre había podido ver tan dentro de ella como Gustavo. Posteriormente él es detenido por la brigada, por las propias manos de ella. El tiempo que alternan en los interrogatorios causa gran impacto para ambos.
Para Verónica todas sus certezas se rompen: su próxima boda con Esteban, un compañero de la brigada (Roberto Mateos) la seguridad sobre sus sentimientos, la frialdad de la rutina sentimental que siempre ha sentido. Toda su existencia sufre un colapso cuando comienza a sentir que Gustavo es el hombre de su vida. Que ese hombre, para colmo un delincuente, ve en ella cosas que nadie ha visto, que le provoca un caos emocional, que la desarma y finalmente la hace sentirse una mujer completa.
Por su parte, la atracción que Gustavo siente por esa mujer, para colmo policía, es tan grande que olvida su promesa de no comprometerse con ninguna mujer. Siente que es capaz de todo por ella, que quiere amarla de un modo total, completo, que quiere tenerla para siempre en su vida.
Gustavo y Verónica se enamoran perdidamente a pesar de todos los obstáculos que enfrentan. ¿Podrán estos dos jóvenes, de vidas totalmente opuestas, vivir juntos y ser felices?
Resumen parcialmente extraído de Terra
NUESTRO COMENTARIO
«Ladrón de corazones» es una novela que empieza mal. En particular el discursito que suelta Gustavo en el primer capítulo para rechazar el ascenso es de vergÁ¼enza ajena y el primer encuentro de los protagonistas es ridículo a más no poder, con un diálogo forzado, estereotipado y pretendidamente profundo, pero típico de un ligón de playa de esos de tres al cuarto, de los de «estudias o trabajas». Sin embargo merece la pena seguir adelante porque «Ladrón de Corazones» es una novela muy buena, con interesantes e importantes virtudes y grandes personajes.
Sobre el papel, el argumento es parecidísimo al de «Por qué diablos»: un personaje siniestro, con una estrecha relación con nuestros protagonistas, lleva una doble vida. Por un lado, aparece como un ciudadano ejemplar pero en la realidad es un delincuente al que todo el mundo intenta atrapar y que les hace a nuestros protagonistas la vida de cuadritos. Manolo Cardona representa también aquí el papel del joven que necesita vengar la muerte de su padre (en «Por qué diablos» James era un padre putativo, aquí es el verdadero) asesinado por el malo en cuestión y que no se detiene ante nada, e incluso llega a hacerse pasar por delincuente (en «Por qué diablos» era un delincuente de verdad) para lograr su propósito, ayudado por una caterva de amigos, vecinos, familiares y cómplices.
A pesar del parecido argumental, «Ladrón de Corazones» es una novela distinta, con una trama mucho más oscura, con un ambiente más opresivo y sin absolutamente ninguna concesión a la comedia. «Ladrón de Corazones» es una novela muy dramática (aunque está basada en una novela argentina, «Poliladrón» de tintes cómicos e interpretada por Adrán Suar) y hasta a veces trágica, sin ser nada truculenta ni exagerada, salvo quizá en que nos transmite la omnipresencia de la corrupción en cualquier sector de la sociedad mexicana, corrupción de la que únicamente los policías de la brigada Omega se salvan, como si fueran los únicos ciudadanos honrados en ese país. Como ese es un recurso dramático para transmitirnos la lucha desesperada y titánica que estos policías pelean, se lo perdonamos. En esta novela, la corrupción se presenta como algo imbatible, como un monstruo con mil tentáculos, como un mal absoluto al que sólo un reducto limpio se resiste, siempre en condiciones de inferioridad, perdiendo casi todas las batallas, pero sin rendirse al desaliento, sin caer en la desesperanza que en ocasiones domina al espectador, ¡qué indefensión la de los ciudadanos antes esa manipulación y manejos!
Esa lucha a muerte entre el Bien y el Mal se escenifica en la novela no sólo en el combate entre «el narco» y los policías, sino también en la continua batalla dialéctica entre el padre Anselmo y Antonio Vega. Como si se tratara de una película de esas de tema satánico, el Mal gana siempre al Bien, que aparece impotente para dominarlo. Aunque el diablo no se menciona nunca y Dios se menciona en muchas ocasiones, no sabemos si es la intención de la novela pero la impresión que se transmite es que la batalla es exclusivamente entre el Mal y los hombres, sin que Dios intervenga para nada en la contienda, que Dios está ahí, pero sólo mirando y ni se le ocurre echar una manita. Incluso al final el Bien no triunfa sobre el Mal de manera absoluta, sino únicamente sobre una de sus encarnaciones, mientras que la lucha sigue, casi como antes, porque otro vendrá a reemplazar al maligno que ha sido eliminado.
Humberto Zurita en el papel de Antonio Vega está sencillamente magistral. Pasa de la sinceridad a la mentira y el cinismo, del amor posesivo a la más absoluta frialdad emocional con gestos o expresiones apenas perceptibles que te hacen cambiar de escenario en un instante. Antonio Vega es un villano que da miedo, es un sociópata con las ideas clarísimas y sus argumentos y razones no son fácilmente desmontables, sino que plantean paradojas y dudas morales que llegan a desarmar al Padre Anselmo, o al menos le dejan sin más argumentos que su fe. El personaje de Antonio Vega es tan cínico que hasta hace gracia, pero una gracia sarcástica, nada alegre.
Y esa es una de las mejores cualidades de esta novela, la profundidad de los planteamientos y la elocuencia de sus personajes, o mejor dicho, de algunos de sus personajes, con una mención especial para Antonio, Verónica, Chepe y en menor medida ya que lo es sólo a ratos, Tony.
En el caso de Verónica, en nuestra opinión, se trata del personaje femenino, de los vistos hasta ahora que más y mejor ha expresado los sentimientos y pensamientos, complejos, profundos y contradictorios, que le generan las distintas situaciones que le toca vivir a lo largo de la trama. Los parlamentos de Verónica son dignos de figurar en una antología de la sensatez, pero también de la sensibilidad, de la claridad y la capacidad de expresión, de la inteligencia emocional. Salvo en el hecho de que Lorena Rojas abusa de expresiones «coletilla» de esas que le dan tiempo al actor para recordad lo que tiene que decir (demasiados «absolutamente», demasiados «maldito», demasiados «créeme si te digo», «perfectamente» y «de repente» ), Verónica es un personaje que te transmite, que te atrapa, que logra que el espectador sufra con ella y asienta con la cabeza a cualquier cosa que ella dice y no deje de pensar «es eso, es eso» mientras ella habla, ayudado por la expresividad de Lorena, que es una actriz de pequeños gestos, no muy expresiva (en el sentido de no muy gesticulante), con una voz muy dulce y un poco monótona, pero que maneja con maestría las pausas y el ritmo de la respiración.
Alberto Guerra está fantástico como Tony, absolutamente natural y creíble en el papel de adolescente, con esa mezcla de madurez e inocencia que tienen los chicos a esa edad, que por un lado te inspiran instinto de protección y por otro ganas de darles una patada en el reverendo culo, por insensatos, por torpes, por estropearse la vida a lo tonto. Un chico guapo «a lo normal» y muchísimo mejor actor que ninguno de los que sale en la telenovela «Rebelde».
Hay otros personajes, reales como la vida misma, como Celia, la madre de Gustavo, que quiere volver a empezar, con esa relación tan tierna y amorosa que tiene con sus hermanos y su hijo, sin ser el estereotipo de la madre abnegada, que es que ya atufa. Las explicaciones de Celia, su introspección y su evolución son muy interesantes. O María, en el extremo opuesto, una mujer dependiente, desvalida, equivocada en todo, inmadura, pero tan real (salvo en el despropósito de la confesión final, que es incongruente con el personaje)… Y otros personajes no tan reales, pero entrañables, como Nenena, o Anselmo, o Mateo. Nos alegramos de ver a Marisol Centeno, la Anita de «Agujetas de color de Rosa» ya adolescente, en el papel de Claudia.
El personaje de Gustavo, sin embargo, es…nada. Da la impresión de que ese personaje lo han escrito otros autores distintos de los que han escrito el resto. En el aspecto emocional Gustavo es un personaje a medio hacer, tan poco expresivo como cualquier chico de esos de la calle, de los que se explican de pena, y sus diálogos, cuando los tiene, son una pura repetición escena tras escena. Manolo Cardona (guapo como siempre) defiende el personaje de Gustavo con ganas, intentando insuflarle algo de vida, pero es que Gustavo es un pasmarote. En esta novela es evidente la diferencia entre un mal actor y un mal personaje, porque Cardona lo que hace lo hace bien, pero es que Gustavo no hace nada, con Gustavo no se puede. A cada parlamento de Verónica expresándole a Gustavo todo lo que siente lo único que Gustavo contesta, cuando contesta (alucinen, que en muchas ocasiones Gustavo se queda callado, o sea no dice ni mu y en toda la escena sólo habla ella) es que la quiere mucho, te quiero, te adoro y otra vez vuelta a empezar con lo de te quiero, te adoro. Hay otra variación de los parlamentos de Gustavo, si Verónica le hace enfrentarse a la manipulación a la que le tiene sometido Inés, Gustavo le contesta: ¿qué quieres que haga? Si Verónica se agarra un cabreo negro cuando se entera de que Inés les ha mentido y dice que no quiere volver a Inés ni en pintura y que está hasta los colodrillos de la plasta esa, Gustavo se queda callado, y si Verónica le dice lo mal que le ha hecho sentirse el hecho de que Inés fuera a tener un hijo de Gustavo cuando ella no podía, pues Gustavo pone la gramola y empieza de nuevo con el te quiero, te adoro, y luego silencio y luego el ¿qué quieres? y así una y otra vez. Como dice una amiga nuestra, aquí Cardona no ha tenido que esforzarse mucho en estudiar los diálogos.
Con el resto de los personajes, Gustavo es fraccionalmente mejor, pero sólo fraccionalmente, porque hay una escena en la que Gustavo pretende convencer a Esteban de que no se vaya de la brigada con unas obviedades y unos argumentos dignos de un niño de 5 años. Una pena. Y si en su relación con Verónica Gustavo es como «Belinda», ¿por qué también deja que su madre piense que Verónica es una bruja que la hace sufrir innecesariamente?¿Por qué no le dice a su madre que sus problemas con Verónica están causados única y exclusivamente por su propia conducta y las trolas que le cuenta?¿Y por qué Gustavo, que es capaz de tramar las mentiras más complejas para alejar a Verónica de tanto como la quiere, deja que delante de él tanto su propia madre como la peste de Inés pongan a Verónica a caer de un burro? Y eso, cuando el personaje de Verónica siempre dice lo que debe, o sea, con Verónica no te preguntas ¿por qué no habrá dicho esto o aquello? ¡ay Gustavo, Gustavo!
La historia policíaca tiene agujeros, no muy visibles y unos fallos de guión de libro. El problema quizá está en que las telenovelas no están hechas para ser consumidas ahora, ya grabadas y vistas al ritmo que nos da la gana. Con la visualización de un capítulo diario la pura acción y la necesidad de saber qué pasa te hacen saltarte, ignorar o despreciar algunas estupideces que se les cuelan a los guionistas o a los directores, mientras que cuando se ve una novela a otro ritmo y con la posibilidad de ir para atrás y para delante los errores se hacen mucho más evidentes. No es que pretendamos que los policías de las telenovelas sean como los policías de CSI, pero es que en esta brigada todos son unos indisciplinados de narices, cada uno hace lo que le da la gana, con unos métodos dignos de una comisaría de barrio (eso lo dice hasta Chepe) y todas sus investigaciones se basan en puras conjeturas, porque nunca encuentran ninguna prueba ni tampoco, salvo Chepe, tienen ninguna intuición. Cuando investigan a Antonio Vega por si tiene conexiones con la mafia, le registran la casa tirando todos los libros y los adornos al suelo, como si un personaje de la categoría de Antonio fuera a utilizar sus papeles secretos de puntos de lectura entre las páginas de un libro, como si en lugar de papeles del narcotráfico fueran el ticket del Carrefour. Por las mismas, también se dice que la brigada tiene unos medios informáticos que son la pera, pero siempre llevan los e-mails impresos y hacen fotos con una polaroid (sin contar con que todos los ordenadores tienen el mismo salvapantallas, un organigrama piramidal que se supone que representa la organización del narco, aunque nos dicen una y otra vez que el narco no tiene una estructura piramidal). También se nos dice que están investigando a Antonio y mirando hasta debajo de las piedras…pero no se les ocurre mirarle los registros telefónicos del móvil donde verían que Antonio habla con Ramiro un día sí y otro también.
Vale, vaaaale, todo esto son tonterías, que no le restan interés a la historia, como tampoco se lo resta el hecho de que la barba de Zurita aparezca y desaparezca a cada momento en los primeros capítulos o que un capítulo María se llame Andrade y 10 capítulos más tarde se llame Castillo. A nosotros nos interesa especialmente averiguar cómo se las han arreglado Verónica y Gustavo para meter tantas cosas en el equipaje que llevan a la playa donde pasan su mini noche de de bodas, porque llegan allí con una mochilita minúscula, créanos que minúscula, pero resulta que dentro de la mochila llevan, además de la cena, dos bikinis para Verónica, un bañador para Gustavo, un pareo y un pantalón para cada uno ¡y hasta un sombrero de paja! (que, por cierto, se pone Gustavo por la noche, y no por el día, quizá para protegerse de la luz de la luna). También queremos conocer la tienda en la que todos, todos, todos (como los de Catalana Occidente) han comprado las sábanas de raso de color crema, porque tanto Esteban cuando se acuesta con Marcela, como Gustavo y Verónica en la casa de Mateo, como Inés cuando se acuesta con Antonio, utilizan las mismas sábanas ¿las lavarán entre un revolcón y otro?
Un misterio sin resolver es la que edad tenía el padre de Gustavo cuando murió. Si Domingo Velasco habría cumplido 50 años a la vuelta de Gustavo a México, y Gustavo ha estado 10 años en los EEUU, por simple aritmética sabemos que Domingo Velasco tenía 40 años cuando le asesinaron…entonces ¿por qué en las fotos de Domingo Velasco sale un señor mayor con todo el pelo blanco? En cuanto a Gustavo , si echamos cuentas, tenía al menos 15 años cuando su padre murió, pero cuando le representan entrando a ver el cadáver de su padre, Gustavo es un niño. Quizá es que Domingo Velasco no era ladrón, sino el inventor de la máquina del tiempo.
Por que esa es otra, quizá como un resto del origen semi-cómico de la novela, se transmite la idea de que en el barrio de Gustavo todos viven más o menos trapicheando o robando, y esa es una razón de que todos odien a la policía, pero en realidad, en el barrio de Gustavo todo el mundo trabaja honradamente, y aunque dicen que Domingo era un ladrón, tampoco se sabe por qué era un ladrón, ya que tenía un honrado negocio, un taller y una tienda de repuestos. Es el típico caso de algo que se dice pero que ni se explica ni se ve en la novela, salvo en el primer capítulo, entonces ¿a qué viene el odio africano que la abuelita de Gustavo, una actriz horrenda con cara de escualo, sienta ese odio africano por Verónica? Y si todos son ladrones ¿qué hace allí el cura?
Por último a nosotros nos hacen particular gracia los uniformes de faena que lleva la brigada, porque mientras las mujeres llevan el pelo hasta suelto y van a los operativos con el pelo suelto, o como mucho con coleta, todos los hombres llevan los sempiternos gorros de lana, que deben dar un calor de espanto además de no servir para nada, pero como los llevan en las películas de acción norteamericanas, pues ¡marchando una de gorros de lana p’a t’oa la vasca!
Otro detalle sarcástico, en las reuniones del Consejo del narco, detrás de Antonio Vega hay siempre una escultura que es una representación de la última cena. Y una última curiosidad, en una escena Antonio Vega está leyendo el periódico «El País», el de aquí.
LO MEJOR
Pues a pesar de lo que nos hemos reído de Gustavo, nos encantan las escenas entre Verónica y Gustavo, porque se tienen un amor, un amooooor, que te emociona. Verónica le dice unas cosas a Gustavo que te ponen la carne de gallina. También nos gusta que, en una de esas situaciones en que el galán de turno (en este caso Gustavo) se toma atribuciones que no le corresponden y decide ponerse en plan macho protector aunque nadie se lo haya pedido, por primera vez la chica (por supuesto nuestra Verónica) le diga que se ha equivocado de medio a medio, porque a) ella no es ninguna persona indefensa que necesite un caballero blanco que venga a restacatarla, que ella es una persona adulta que puede decidir y pelear sus propias batallas, y b) que una de las cosas que no le perdona es darse cuenta de que su felicidad (la de ella) dependía totalmente de lo que él quisiera o decidiera hacer en cada momento. Glorioso.
Por supuesto, nos encanta Zurita y sus locuras y tejemanejes y en particular nos gusta mucho la actriz que hace de Nancy, a la que no conocíamos y a la que nos encantaría ver haciendo un papel protagonista.
La novela tiene algunas frases cínicas geniales, en su mayoría en boca de Antonio, pero también hay una que nos encanta de Marcela, una policía enamorada de Esteban, con la que éste se enrolla para dejarla tirada como un trapo en cuanto Verónica vuelve a aparecer en escena. Cuando Verónica y Gustavo se reconcilian, Marcela directamente se carcajea de Esteban, disfrutando su venganza, y en un momento le sujeta la cara, que el otro aparta airado, y Marcela le dice, con cara de guasa, algo así como que «no te creas que te iba a besar, seguro que te huele la boca de toda la bilis que estás tragando»…me mondo.
La historia policíaca es compleja e interesante y aún sabiendo desde el primer momento quién es el malo, mantiene el interés hasta el final.
LO PEOR
El personaje de Inés tiene todas las características que nos revientan, a saber:
1.- Incapacidad de distinguir entre la realidad y sus deseos. Cuando Gustavo vuelve de los EEUU, casi lo primero que hace es decirle a Inés, que le ha estado esperando, que él no la ha estado esperando a ella, que ha vivido con otra chica durante ese tiempo y que, como él ha cambiado mucho, ya no la quiere, o sólo la quiere como amigo. Pues bien, Inés actúa como si fuera sorda y cuando Gustavo se enrolla con Verónica, Inés decide que ambos la han traicionado (aunque ninguno le debiera fidelidad alguna) y lo repite tantas veces que todos se lo acaban creyendo. También en un momento decide que Gustavo no quiere a Verónica y se lo llega a creer, la muy lerda y luego, claro, pasa lo que pasa.
2.- Echa la culpa a todo el mundo, menos ella, de lo que le pasa. Todos son culpables de que ella no tenga amigos y esté más sola que la una. Si hace tonterías y se acuesta con quien no debe, seguro que tienen la culpa Verónica y Gustavo, pero sobre todo Verónica, que esa es otra. También decide ella misma solita, con sus manitas y sus abalorios, irse del barrio y dejar todo, pero cuando vuelve su versión es que, cómo no, Verónica la echó de su casa y de su vida.
3.- Utiliza a su amigo el Tarta como si fuera un paño de lágrimas, sin tener en cuenta lo que él siente y quiere. Incluso la muy cerda le llega a decir que «no quiero que nada cambie entre nosotros, quiero que todo siga igual», o sea, quiero seguir tratándote como a un perro, aunque sabe perfectamente que él está enamorado de ella y sufre como un condenado cuando la oye todo el rato berreando por Gustavo.
Inés es una plasta replasta, aunque sólo Verónica se dé cuenta.
Es un poco incongruente que Susan, una chica más que inteligente y fina, se enamore a primera vista de un macarra como Froilán, que no sabe hacer la «o» con un canuto, aunque luego lo justifiquen con el síndrome de Estocolmo y esas cosas.
La forma en la que Verónica sujeta la pistola, que parece que lleva en la mano un rodillo de amasar y hasta a veces se le olvida que la está sujetando.
REPARTO
Gustavo Velasco.- Manolo Cardona
Verónica Vega.- Lorena Rojas
Antonio Vega.- Humberto Zurita
Esteban.- Roberto Mateos
Inés Santoscoy .- Fabiola Campomanes
Celia Tapia de Velasco.- Claudia Lobo
Ramiro Barrientos.- Marcos Valdés
Froylan Narváez.- Raúl Arrieta
Padre Anselmo Tapia.- Roberto Medina
Mateo.- Marco Antonio Treviño
Tarta.- Sergio Ochoa
Nenena (Magdalena) Tapia.- Lisa Owen
María Castillo (Andrade).- Wendy de los Cobos
Doña Francisca Zambrano de Velasco.- Teresa Selma
Refugio.- Paola Ochoa
Enoc Leaño
Gabriel.- Aarón Beas
El Chino .- Carlos Coss
Tony Castillo- Alberto Guerra
Claudia Barrientos.- Marisol Centeno
Susan Estévez .- Teresa Tuccio
Nancy.- Daniela Bolaños
Marcela.- Marisol del Olmo
Chepe (José Salvador Martínez) .- Álvaro Guerrero
Benítez .- Marcelo Buquet